En el término municipal de Malpartida de Cáceres (cómo no), lindando con la Dehesa de las Trescientas que tantos vestigios arqueológicos nos ha dado a conocer, (y tantos esconde aún, atentos a la próxima entrada de este blog), se encuentra un paraje donde existe una gran lancha granítica de casi 250 metros de largo por más de 100 de ancho, una llanura pétrea que desciende suavemente hacia un regato que solo lleva agua en invierno y tras el que nuevamente el terreno asciende mostrando una nueva mole de granito de similares dimensiones.
El
terreno está salpicado aquí y allá de antiguos mojones labrados con
inscripciones alfanuméricas que
delimitan unas estrechas y numerosas propiedades que sobre el terreno no se
aprecian, pues aparenta ser una única finca,
pero que, catastralmente al menos, siguen existiendo.
Las
dos lanchas muestran en diversas zonas haber sido utilizadas para extraer
piedra granítica desde tiempos antiguos hasta un pasado más reciente, aunque
hablando con personas de Malpartida de Cáceres, incluso con expertos en el
tema, nadie recuerda haber visto en activo la cantera, ni siquiera saben muchos de su existencia. Existen marcas
de extracción de bloques de granito en diversas fases, numerosos bloques de cantería,
zonas de materiales de desecho, grietas donde se insertaban cuñas de madera y
metálicas, etc.
En mis andanzas por tierras malpartideñas he pasado muchas veces por el lugar, sin darle demasiada importancia, pues he visto canteras similares en otros lugares del municipio. Malpartida de Cáceres fue un importante centro de trabajo y exportación de granito a otros lugares, por la calidad del mismo. Muchos de los palacios e iglesias de Cáceres tienen granito de Malpartida en sus muros y escudos. Y según me comentan, en el pueblo llegó a haber en activo simultáneamente más de cuarenta maestros canteros, conservándose documentalmente contratos con canteros que se remontan al Siglo XVI (“Datos para la historia artística cacereña, repertorio de artistas”, Tomás Pulido Pulido), aunque probablemente hay restos de canteras más antiguas.
Pero
un día caí en lo evidente, en lo que tenía delante de mis narices sin verlo:
aquellas lanchas graníticas son conocidas en el pueblo como las “Lanchas del
Molar”. ¿Y qué son las muelas sino las ruedas de molino? En mi siguiente paseo
por la zona observé con más interés y detenimiento el yacimiento extractivo, y
me pregunté cómo es que no había visto antes todas aquellas ruedas de molino a
medio facturar o prácticamente finalizadas que sembraban el terreno.
En
una mañana llegué a contar ocho muelas perfectamente identificables, aparte de otros tantos ejemplares dudosos que he desechado.
Aparentemente había dos medidas estándar: Cinco de ellas tenían una medida
aproximada de 95 cm de diámetro por 25 centímetros de grosor. Las otras tres
medían aproximadamente 130 centímetros de diámetro por 20 de grosor.
Algunas, como se observa en las fotografías, estaban calzadas y elevadas
del suelo, para facilitar el trabajo sobre ellas, ya que debido a su enorme
peso se tallaban completamente sobre el terreno para evitar acarrear peso de
más (pesaban entre 500 y 1500 kilogramos) Se transportaban en carros reforzados
tirados por bueyes a los que subían las muelas con grandes palancas de madera.
Todas las muelas esparcidas por el terreno tienen algún defecto en su fabricación, o alguna fractura que las hace inservibles y que son el motivo de su abandono, algunas veces más evidentes y otras menos, por lo que nos encontramos ejemplares en diferente etapa de elaboración antes de ser abandonadas.
Desde la apreciación personal de un absoluto lego en la materia que soy, según mi parecer hay ruedas de diferentes momentos históricos, pues aparentemente la factura de unas es mucho más burda que la de otras, más perfectas, aunque soy absolutamente incapaz de establecer ningún tipo de datación.
Aparte de los bloques en bruto de granito y de las muelas hay también algunas piedras sobre las que se han realizado labores de talla, en ocasiones muy elaborada, que no sé identificar para qué iban a ser destinadas.
Para terminar no quiero dejar de reseñar que también encontré en la zona un par de pequeños abrigos rocosos mejorados con cerramiento de piedras, algo que ya he visto en otras canteras antiguas, que por su tamaño no estarían destinado a guarecer a personas, sino a guardar herramientas o vituallas.
Quiero
agradecer el amable asesoramiento de Alonso Gómez, uno de los últimos canteros
artesanos de Extremadura, hijo y nieto de canteros malpartideños, muy apreciado
por su trabajo dentro y fuera de nuestra tierra. Hace unos años participó en la
restauración del Conventual de San Benito (Alcántara), numerosos palacios en
Trujillo, etc, y no le falta trabajo en estos tiempos difíciles gracias a su
buen hacer y a su excelente reputación.
Muy interesante.
ResponderEliminarEs una pena que estos trabajos artesanales se vayan perdiendo. En Nueva de LLanes, donde vivo parte del año, hay dos hermanos canteros y es una gozada verlos trabajar.