Ir al contenido principal

Un cerro en la llanura, Casar de Cáceres (grabados)

En el término municipal de Casar de Cáceres, en medio de una extensa llanura con algunas suaves pendientes, se alza abrupto un cerro cónico que siempre me había llamado la atención al pasar por la zona, pues un caótico montón de rocas parece que son empujadas desde el subsuelo por la mano de algún gigante mitológico.
Y razoné que, al igual que despertaba mi curiosidad, probablemente antiguos habitantes de estas tierras también se sentirían atraídos por esta elevación que ofrecía posibilidades de refugio y de oteo del terreno circundante. Terreno que, por otra parte, es más que rico en vestigios arqueológicos y huellas de diferentes épocas pasadas, y que aún sigue vivo gracias al aprovechamiento agrícola y, sobre todo ganadero. Así que una mañana radiante de sábado, benditos sábados, decidí madrugar y, después de consultar en Google Maps la mejor manera de acceder a aquel cerro que tantas veces había visto en la lejanía, me calcé mis botas de senderismo, me colgué mi mochila de fotografía, agarré mi fiel bastón y me lancé a la pequeña aventura más contento que un niño con zapatos nuevos (Air Jordan, por supuesto, ya no se conforman con menos). 
 Me costó algo llegar, por diversos motivos que no vienen al caso, y una vez en la base del cerro rocoso comencé a ascenderlo entre matorrales que en esta primavera parece que crecen con ansia. A los pocos metros de subida encontré lo que parecía ser un tosco refugio tan común por estos berrocales, construido aprovechando un hueco entre varias rocas quebradas.
No pude acceder a su interior pues la probable entrada estaba cubierta de zarzas, pero pude apreciar su amplitud y otro acceso más pequeño de medio metro de altura.
Continué mi andadura con el primer objetivo de llegar a un abrigo de un buen tamaño en la pared rocosa que había visto desde abajo y que me parecía oportuno echarle un vistazo, uno nunca sabe qué puede encontrar y más de una vez salta la sorpresa. Esta es una vista del abrigo desde la base del cerro:
Dirigiéndome hacia la oquedad y aun a cierta distancia advertí algo en un panel de roca que parecía que podía ser interesante, aunque desde la distancia no podía vislumbrar de qué se trataba exactamente. En esta foto podéis apreciarlo tal cual lo vi desde lejos, en la roca más clara y plana, entre las retamas:
Al acercarme pude comprobar que se trataba de un curioso grabado en la roca, tres caracteres latinos (al menos eso veo yo), MHX, enmarcados en una cartela. La primera impresión que me dieron es que no parecían muy antiguos, pero he de reconocer que soy absolutamente incapaz de datar algo semejante. En un examen más minucioso me pareció observar que los líquenes habían invadido algunas partes interiores de los caracteres, por lo que se puede deducir que el grabado no fue realizado la semana pasada, pero tampoco tengo conocimiento alguno sobre la velocidad de crecimiento y ciclo de vida de este tipo de líquenes para especular absolutamente nada.
En días posteriores personas mayores de la zona vinculadas a un oficio muy concreto me pusieron en la pista de lo que podría significar el grabado y cuándo fue realizado, pero es una vía que aún tengo que explorar con detenimiento y que dejaremos para otra entrada del blog si llegan a buen puerto mis pesquisas. 

Y por fin llegué al abrigo en la pared de la roca, después de ascender un poco entre rocas y molestar a una víbora que disfrutaba de los rayos del sol. Se trata de una covacha de unos pocos metros de profundidad y escasa altura, en la que no encontré nada reseñable en su interior (en mi mochila, aparte de la tiza de la que hablé en otra entrada, siempre llevo también una linterna para utilizarla cuando la del móvil no es suficiente). Pero en la misma entrada de la oquedad... oh, amigo... uno de los grabados más extraños que me he encontrado nunca, en una zona donde los grabados en roca son abundantes. O quizá no es un grabado rupestre representativo, sino que han trabajado sobre la roca con alguna utilidad concreta, porque lo primero que se me vino a la mente es que esa forma ya la había visto antes. “Claro, tío, ¿no lo ves? Parece una lagareta en miniatura” (si alguna vez veis a un bobo que habla solo por los canchales soy yo).
Efectivamente tiene la misma estructura que una lagareta o similar, pero a una escala mucho menor: un rectángulo labrado en la roca, con una meseta circular sobresaliente en su centro donde se machacaría el producto y dos canales de desagüe que van a parar a dos cazoletas. No medí el conjunto, pero aproximadamente el rectángulo principal tendría unos 15 x 8 centímetros. Ignoro si como me pareció realmente tenía alguna utilidad práctica, probablemente no lo sabremos nunca. 

 Desde las inmediaciones de la entrada a la covacha hasta el borde de la roca donde se encuentra discurre una depresión acanalada que no puedo afirmar que sea artificial, pero desde luego lo parece, así como alguna que otra posible cazoleta.
El resto de la mañana estuve revisando nuevos abrigos y oquedades en el cerro rocoso. Subí trabajosamente a la cumbre, un trayecto realmente escarpado, y excepto las preciosas vistas sobre la llanura que en esta época está de un verde vivo e intenso, no encontré nada reseñable.
Esta pequeña aventura acabó en Urgencias unas horas mas tarde debido a la picadura de algún insecto, sospecho que en el interior del abrigo, al que entré arrastrándome, que me provocó una erupción bastante escandalosa que me duró tres días pese a la ración doble de Urbasón que me inyectaron y de los antihistamínicos que me recetaron. Son efectos colaterales inevitables a veces: hace unos meses me rompí dos costillas en otra de mis pequeñas expediciones, pero eso ya es otra historia... 

 Quiero disculparme por la calidad de las fotos, pues en todas ellas se nota una mancha que estaría en el sensor de la cámara o en el objetivo, que no aprecié en el momento y que no he querido editar para eliminarla. 

Y una última cosa: un amigo me ha dicho que el grabado de la covacha es, sin lugar a dudas, una tele antigua con antenas. Y cuanto más lo miro más empiezo a creer que tiene razón... ;-)

Comentarios

  1. Me parecen muy interesantes tus paseos y comentarios. Una pregunta: ¿sería posible que pusieras una ubicación más o menos precisa de las zonas a las que te refieres? Así podríamos visitarlas y disfrutarlas doblemente. Muchas gracias.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Joaquín, me alegro que te haya gustado.

      Pues había pensado publicar las ubicaciones, pero me he dado cuenta de que en algunos casos, como el de esta entrada, puede ser problemático, pues es una finca privada y alambrada, y no tengo permiso de los dueños para publicar la ubicación.

      En otros casos, como la entrada anterior del grabado en el Peligrillo, sí la voy a publicar (de hecho ya está), puesto que son unos terrenos abiertos, creo que de titularidad municipal, y la roca del grabado está junto a un camino público.

      Eliminar
  2. Muchas gracias de todas formas. Un gustazo salir al campo a disfrutar y a aprender cosas.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

¿En serio, ermita de San Jorge o de San Salvador?

No voy a descubrir a nadie nada nuevo sobre la más que conocida Ermita de San Jorge (Siglo XIV-XV), que se encuentra situada junto al Torreón de los Mogollones, a unos quince kilómetros de Cáceres, y que tantas veces ha sido noticia en prensa regional en los últimos 30 años por las lamentables condiciones de conservación de la estructura y de los frescos de Juan de Ribera, y que parece que al fin la Junta de Extremadura, con toda la calma del mundo, se ha comprometido a salvar de un más que seguro derrumbe más pronto que tarde. El caso es que hay un detalle que siempre me ha llamado la atención sobre esta maltrecha ermita: si realizamos un búsqueda en Google vemos que un grandísimo porcentaje de webs se refieren a ella como ermita “de San Jorge, también conocida como ermita de El Salvador” (o de San Salvador). Y  si buceamos en la bibliografía existente sobre la ermita desde principios del Siglo XX comprobamos que numerosos y afamados estudiosos se refieren a la ermita con esa doble de

Una cruz en una encina

Una encina en medio de un precioso terreno adehesado de bosque mediterráneo, relativamente cercano a Malpartida de Cáceres, pero perteneciente al inacabable término municipal de Cáceres, aparentemente igual a los centenares de encinas que la rodean, una aguja en un enorme pajar, ningún camino cerca... Pero si nos acercamos a ella, si nos fijamos en su tronco en la cara que da al Este, vemos que sobre el mismo está clavada una cruz de hierro de unos 30 x 20 centímetros que literalmente está siendo engullida por la encina, pues hace 126 años que la colocaron allí. La naturaleza está pacientemente haciendo su trabajo y dos de los cuatro extremos de la cruz ya se encuentran en el interior de la encina. En la cruz, grabados cuidadosamente con una caligrafía un tanto infantil, un nombre y una fecha: “Domingo Galán el día 18 de Enero de 1896”. La encina se encuentra en la antigua Dehesa de Burro Pardo (o Borrico Pardo), hoy segregada, y aunque actualmente ningún camino se aprecia sobre el

Grabado en el Peligrillo - La Zafrilla, Malpartida de Cáceres

Muy cerca del casco urbano de Malpartida de Cáceres, a poco más de dos kilómetros y medio de la Plaza de la Nora y siguiendo uno de los caminos que nos llevan hasta Aldea Moret (Cáceres), se encuentra el paraje de Peligrillo (La Zafrilla). Es una zona de aprovechamiento agrícola y ganadero, con núcleos dispersos sin labrar de canchales y matorrales, y donde las vacas se mueven a su antojo por los terrenos abiertos. En uno de esos pequeños oasis de peñas y escobas hay una roca con una superficie plana, inclinada unos grados de la vertical, de unos pocos metros cuadrados, que aparentemente en nada se diferencia de las rocas del entorno. Pero un ojo acostumbrado a buscar siempre algo más en las rocas de la zona, tan rica en vestigios arqueológicos, puede vislumbrar qué sí que hay algo, que sí que hay más, que se quieren asomar unos símbolos grabados en la superficie de granito que la luz tan potente de la mañana hacen casi imperceptibles. Años y años recorriendo los mágicos campos